
No es fácil hacer que la presentación de uno mismo ni tampoco ser crítico con la propia obra, aunque a veces es conveniente que quienes contemplan nuestros cuadros conozcan algunos rasgos acerca de la vida y sentir del autor, por más que éste piense que la obra de arte ha de explicarse por sí misma.
Nací en Béjar (Salamanca) accidentalmente y pasé mis primeros años en un pequeño pueblo, San Esteban de la Sierra. La escuela rural, las fiestas, las ceremonias religiosas y la naturaleza, entre otras cosas, calaron en mi interior, dejándome una huella que pervive en mi pintura, en ocasiones inconscientemente.
A muy corta edad comenzaba mi andadura por los escenarios de España y América, integrándome en el mundo de la canción y el cine protagonizando algunos filmes. Mundo que quedaría atrás al cabo de una década cuando decidí realizar la carrera de Bellas Artes y Restauración, en San Fernando de Madrid.
Siempre consideré que un pintor debe conocer y dominar el oficio técnico. Continuaba de esta forma con la gran pasión que desde los años de escuela me había llevado a plasmar los modelos del natural en cuadernos, lanchas y paredes. Mi etapa artística anterior aparentemente olvidada, también dejaría su marca en mi actividad pictórica. Hay en mis cuadros algo que resulta "teatral": telones, decorados, fachadas como lonas, papeles arrugados, plásticos, materiales que cubren o envuelven, usar y tirar.
Me agrada el recurso simbólico, culto o popular, que contribuya a enriquecer, a veces a complicar y otras a esclarecer el contenido de la obra. Me intereso por los recursos técnicos como la composición, el dibujo, el color o la luz que realcen estéticamente el cuadro y emocionen al espectador.
Mi identidad como pintor podría encuadrarme en el "nuevo realismo", rayando siempre en el "simbolismo" con un poco de "surrealismo". Mi meta, llegar a la sensibilidad de todo tipo de público, independientemente de su formación pictórica, este es el gran lenguaje de la pintura.
A. G. Mateo